Mitos del psicólogo

El mito del ser psicólogo

A día de hoy en el siglo XXI todavía hay gente que no sabe lo que es un psicólogo.

 Todos tienen claro lo que es un medico y cuando tienes que ir y lo que te recetará o lo mucho que puedes confiar o no en él.

Algunos saben lo que es un psiquiatra, mucho más famosos que los psicólogos claro está, porque es donde te manda el médico, al que confías de toda la vida, y no te iba a mandar a un profesional no adecuado, si además le estas contando que te sientes mal, no paras de llorar todos los días… o tienes miedo a salir solo a la calle, o te han hecho mil pruebas y no encuentran porque tienes la sensación (real según tú y el médico ya duda) de que te falta el aire en determinados momentos del día sin razón aparente…o que no has conseguido superar la muerte inesperada de tu padre hace más de cinco años, o cuando te dejó esa novia en el instituto…

Aconsejado por tu medico de toda la vida, vas al psiquiatra, te mira con cara de evaluación tipo policía, te sientes como un terrorista que estas cometiendo un crimen y estafando a la seguridad social por hacer perder el tiempo a ese buen hombre canoso, empiezas a pensar que es una tontería lo que te pasa y te dice… no se preocupe hombre, no es grave, hay gente peor. Con lo que sales mas hecho polvo de lo que entraste a la consulta, y piensas “será verdad, mal de muchos…el tonto soy yo”, eso sí, con un par de recetas en la mano, de cosas rarísimas que te tienes que tomas cada 8 horas.

Al cabo de la semana te sientes mejor o mejor dicho no sientes ya nada, ni el cuerpo ni la mente…y ni lo que te pasaba. Así que tomas esas pastillas, procurando almacenar en la despensa del armarito del baño, no vaya a ser que un día no tengas y los síntomas se dupliquen. Hasta que al cabo de los años alguien te dice, te comenta o deja caer que le paso al amigo de un amigo, que nunca es cierto, le paso a él seguro,  que le pasaba algo parecido a lo que te pasa a ti y que fue a un tipo, llamado psicólogo y se encuentra mejor que nunca… así que piensas, porque no, voy a probar. Eso sí con un poco de recelo, porque no conoces al amigo de tu amigo como conoces a tu médico de cabecera, ese de toda la vida de la bata blanca.

Es cuando yo me pregunto…pero… y quien manda al psicólogo? Los amigos de los amigos? Habrá que hacer amistades hasta en el infierno entonces para que te llegue un paciente?

Hoy en día como última opción y en los casos más desesperados es cuando te llega la gente a consulta, cuando ha probado de todo y nada le ha servido y su problema es diez veces más grande de lo que lo era en un principio. No siempre es así, hemos evolucionado, o mejor dicho ya no hay tantos médicos de cabecera de bata blanca que lo solucionan todo con una pastilla milagrosa, eso sí, de por vida.

Cuando un paciente te llega a consulta, por muy mal que esté, hay que reconocerlo, siempre va a buscar el dichoso…diván!!! En fin…mitos de las películas de Woody Allen.

Cuando alguien sabe que eres psicólog@, lo primero que hace es asustarse por si le lees la mente, que cochinada estará pensando para tener tanto miedo. Yo siempre digo que la bola de cristal me la deje en casa, cualquier día la llevo junto con la escoba voladora.

Menos mal que ya no nos comparan con los curas, “el psicólogo escucha y calla en secreto de confesión”, no sé de ningún psicólogo que haya mandado dos padres nuestros, aunque nunca se sabe, debe funcionar porque la iglesia está llena.

Luego están los momentos divertidos y anecdóticos, cuando un paciente intenta tirarte los trastos y te dice que mejor que estar hablando en la consulta, porque no tomando unas cañas. Si solamente charláramos, creo que le saldría más barato invitar a un amigo a cenar y contarle que le pasa que  pagar una consulta.

Los psicólogos no somos médicos, ni psiquiatras, ni adivinos, ni curas, ni amigos… aunque sí que tengamos que saber de enfermedades, de síntomas, de medicación, intentar saber si te mienten por vergüenza, preguntar e indagar en su vida,  hacer que confíen en ti… y además dar la “receta milagrosa” que todos esperan de curación, de esos síntomas con los que llevan más de diez años en su vida y que las pastillas no curaron.

Los psicólogos somos personas, que tenemos una vida, aunque a veces lo duden o lleguemos a dudarlo; donde vivimos, disfrutamos de los pequeños y grandes placeres, salimos, tenemos pareja o no, bebemos, dormimos, reímos y sí, también sufrimos, vivimos días malos y tenemos problemas, porque tenemos sentimientos y somos de carme y hueso. Tambien nos dá un mini-infarto cuando alguien nos dice..."¿te puedo hacer una pregunta?".

Solo que a veces, podemos solucionarlos más rápido, porque sabemos estrategias para hacerlo. No todos, no os creáis, he conocido algún psicólogo al que no me acercaría nunca, ni como amigo, ni muchos menos como psicólogo. Aunque como todo, también hay médicos con enfermedades crónicas.

 

Como con todos los profesionales, los hay buenos y malos, a caso si un electricista no te hizo una buena instalación en casa ya no vuelves a llamar a otro y vives sin luz?. Eso lo sufrimos los psicólogos cada día, escuchar historias de lo mal que le fue con un colega y la reticencia de volver a otro psicolog@, aun no sé porque solo nos pasa a nosotros. Nunca he escuchado que un dentista no hizo un buen empaste y alguien dejó que la muela se cayera antes de ir a otro que se lo arreglase…

Hacer terapia es algo serio. No es charlar un rato del tiempo, ni hacer que lo pase mal a la persona que viene a contarte un problema, hurgando aun mas en su dolor. Hacer terapia con un psicólog@, es analizar, preguntar, intuir, buscar soluciones conjuntas y trabajar en terapia con técnicas adecuadas y adaptadas a cada persona, para conseguir que tú, que acudes a consulta te sientas, cuidado, entendido, no juzgado y sobre todo mejor, contigo mismo y con tu vida, con el objetivo de crecer interiormente sabiendo emplear en cada momento las técnicas o habilidades que necesites o hayas aprendido.

Quizás ha sido una descripción mordaz, quizás muy realista, pero ya seas psicolog@ o no, seguro que te has sentido identificado en algo. Si te has sentido molesto en algún punto, mira a ver con que resuenas que seguramente es tu punto débil a mejorar en ti mismo.

 

 

 

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